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Quien olvida su pasado, no comprende su presente

SÍSIFO

SÍSIFO

Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil, y sin esperanza.

Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es us cosa. Del mismo modo, hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo, vuelto de pronto a su silencio, se alzan las mil pequeñas voces maravillosas de la tierra.

Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria, no hay sol sin sobra, y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable; por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en el que el hombre vuelve sobre su vida como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero filo, contempla a esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte.

Miriam Murcia

3º ESO

1 comentario

Anónimo -

Muchas gracias, Miriam, por tu colaboración. Pero recuerda que pedí que investigarais sobre el motivo por el que Sísifo fue condenado.
Un saludo, Mapi.